29/8/16

Puedes creer en ti

Puedes creer en mí, claro que sí, acá estoy
mas puedes creer en ti, eso sobre todas las cosas
si crees y confias plenamente en ti
segurito que no te vas a defraudar
viniste a vivir
viniste a ser
viniste a ser vos, no otra
no el que querés ser
no la que tu Ego quiere que seas
no el que los demás quieren, o tus mandatos,
nadie más que tú sabe mejor quien eres
nadie más que tú puede descubrir quién viniste a ser
y sólo podrás saberlo cuando lo seas
no antes, no después
en el presente
en cada presente, en cada momento
sabrás cómo ser el que ya sos, esa que estás descubriendo
no te adelantes mi amigo
no te achiques ni te agrandes
no hace falta vivir de más ni de menos
todos vivimos en la justa medida
sólo esa vida que ocurre, que está ocurriendo ahora
todo tal cual fue hasta ahora, así debía ser
todo tal cual está siendo, así debe ser
no hay defraudados ante la inmensidad de tu Ser
no hay fracasos, sólo aprendizajes
hermanita vive la vida
tal cual te es dada
tal cual la tomas
tal cual la deseas
tal cual la sientes
la única vida que puedes vivir
es la que vives cada día, no otra
la tuya y sólo dentro tuyo
están todas las respuestas que tu alma necesita
para caminar tu camino

3/8/16

¿Te atreves a abrazar?

Cuando damos un abrazo, cuando abrazamos, solemos hacerlo empleando únicamente una reducida parte de nosotros, de nuestro cuerpo.
Algunas veces abrazamos de lejos, con palmaditas en los hombros u omóplatos (si llegamos). Otras veces, más osados, involucramos los brazos completos y parte de los hombros. En orden ascendente vamos incluyendo el cuello, tal vez el rostro y la cabeza. Un poco más y llegamos al pecho (acá es donde se acercan los corazones, donde casi se tocan: se huelen, se escuchan, se auscultan, se palpitan, se guiñan un ojo, se sonrojan, se agradecen).
En algunas ocasiones o contextos “permitidos” (por nosotros mismos), el abrazo puede continuar hasta incluir el abdomen en el contacto físico. Incluso más: la pelvis. Y más aún: los genitales. Finalmente los muslos y rodillas se tocan.

Más allá de eso no he experimentado un abrazo en forma vertical, parado. Ya me comienza a flaquear el equilibrio y mi propia capacidad de sentir el abrazo más que el temor a caer o la sensación de irme de mi centro (en sentido amplio).

Proporcional a la superficie de contacto (y a la par, la sensación de contacto interna, de abrazo desde adentro) está la duración del abrazo. Aquí ya no abrazamos con los brazos, sino con todo el cuerpo, incluso con los órganos internos también abrazamos: con el corazón, con el hígado, con las tripas.

Un abrazo completo me produce una sensación de placer, reductora de ansiedades, de pérdida de la noción del tiempo, de acompañamiento y acompasamiento con el otro, con su latir, con su respiración, con su campo energético. A veces surge en mí la sensualidad y el erotismo, a veces paz, calma, relajación.

Tantos tabúes y miedos detrás de un no-abrazo: si toco aquella parte, si rozo con esta parte de mi cuerpo, si el otro piensa que yo pienso que estoy intentando… y así nos perdemos la oportunidad de abrazar completamente, y de vivir todo aquello que sucede en este encuentro completo con el otro.

Quien haya hecho algún proceso terapéutico corporal, o experimento vincular más allá de los límites sociales y culturales actuales, podrá reconocer diferentes niveles de involucrar y sentir el cuerpo.

Ahora va de nuevo la pregunta: ¿te atreves a abrazar?